martes, 26 de julio de 2011

EL OTRO LADO





Le observó mientras dormía. Respiración pausada, boca entreabierta, su pelo desordenado caía en bucles sobre la almohada. La potencia de sus ojos ahora estaba oculta bajo el sueño. Expresión relajada, ajeno al nuevo día que nacía fuera de las cuatro paredes de casa.
Su cuerpo permanecía inmóvil al paso del tiempo, tumbado de espaldas a ella, le ofrecía una visión realmente turbadora de su piel. Una piel suave, blanquecina que tanto le reconfortaba durante las frías noches de invierno. Su tacto la estimulaba, la humedecía.

Se recostó de lado y acercó su cuerpo al suyo, intentando no provocar el más leve roce que pudiera despertarle y romper aquella imagen tan perfecta que le ofrecía aquella mañana. Miró el viejo reloj de pared. Tan sólo quedaba media hora para devolverle a la vida real y dejar el mundo de sueño y fantasía en el que se hallaba sumido…

Ella siempre creyó que la gente cuando duerme suele adoptar expresión de idiotas… él no, en eso también era distinto. Olía de forma especial; intentó captar su olor para después poder evocarlo. Era olor de niño, olor a sensualidad dormida. Un año de convivencia y aún no había perdido el encanto. Y se sintió conmovedoramente afortunada por tenerle a su lado, por poder disfrutar de él, porque la cuidaba y le amaba como ella a él. Sentimientos recíprocos. Almas gemelas, con caminos paralelos no encontrados, hasta que aquel caluroso mediodía de verano se cruzaron, y ya no volverían a separarse jamás…

Se incorporó con cuidado, el somier cedió y emitió un amago de crujido… demasiadas batallas libradas en esa cama, de tan mala calidad.
Se dirigió al baño, y tras lavarse la cara observó la imagen que el espejo le devolvía: piel cetrina y apagada, y los ojos penosamente hundidos.
Cerró el grifo del agua y volvió a la habitación. Él seguía durmiendo, su duende seguía perdido entre sueños..
Por su cabeza empezaron a desfilar imágenes de sus vivencias juntos… El primer encuentro en los baños de aquel bar de carretera en medio de los Monegros, donde después de cruzar sus miradas, se encontró en cuestión de minutos montada a horcajadas sobre él, mientras su cabeza golpeaba una y otra vez contra la pared del baño en la que le había adosado.
O aquella mañana en casa después de dos días de alcohol y sexo desenfrenado, después de una violenta pelea que zanjaron follando; ella apoyada sobre el cristal de la puerta de la terraza, y él tras de ella penetrándola como un poseso, ante la mirada atónita proveniente de la terraza de en frente, de unos cuantos domingueros, preparando ellos el equipaje, para una jornada de campo y playa en las afueras de la ciudad…
Momentos de ternura, de confidencias, de compartir…
Sus ojos ardían en ella cada vez que azotaba su cuerpo encendido, cada vez que se encontraba atada de manos al respaldo de una silla, con la mirada baja, esperando una sutil caricia que calmara su cuerpo dolorido, que aliviara su alma de tan amargo castigo…
Como le gusta traspasar sus barreras! una práctica a la que se ofreció sin condiciones, sin límites. Y él, poco a poco se había encargado en posicionarla justo donde quería, aprendiendo ella a buscar su placer a través del suyo, a disfrutar de su entrega, de su sumisión. Sabía como mantenerla en ese estado de expectativa y temor permanente…

_eres una niña muy curiosa, así que dudo no aceptes mi juego.

Una niña curiosa, capaz de entender el amor de modo no convencional. Le enorgullecía tremendamente de ser su amante, su deseo más perverso, su puta, y por ello entendía que ella debía ser la destinataria de todas sus fantasías, todo su morbo, su sensualidad, su cariño, su agresividad, su ira

Hilillos de luz se colaban a través de las cortinas de la ventana, lo que provocó pequeños destellos en su ombligo perforado por un aro de acero igual que el de ella. Fue un regalo de cumpleaños. Después de aquella experiencia con el acero quirúrgico se perforó la lengua, para más tarde volver a sentarse ambos frente a frente , en un cuarto estéril, mientras dos chicos de cabeza afeitada marcaban a rotulador su carne para perforarla de nuevo, y poder unir sus almas con una cadena invisible, tan sólo presente en lo más profundo de sus cabezas, y en lo más íntimo de sus anatomía…
Jóvenes, irreverentes, perversos, sus emociones fluían sin freno alguno, y aún no habían aprendido a vivir con ello…

Faltaban menos de diez minutos para que sonara el despertador, así que se levantó definitivamente a preparar café. Le gustaba prepararle el desayuno por las mañanas, disfrutaba con ello. Se asombraba de todo lo que había llegado a hacer por él, sabiendo lo extremadamente vaga que era. Lo mucho que cuidaba sus días para hacerlos más dulces, anteponiendo alguna de sus necesidades a las suyas propias en muchas ocasiones… en demasiadas quizás; esperando en un principio, algún gesto de reconocimiento por su parte (que hubiera bastando para mantenerla a su lado durante otra eternidad), y buscando después deshacerme de un gesto de amor que se convirtió en una imposición, en una obligación…

Ya en la cocina, mientras cargaba la cafetera, y observando el montón de platos sucios usados por él, todos los recuerdos agradables se fueron diluyendo en su mente para dar paso a otras observaciones… restos de comida flotaban en el fregadero. En el salón, un montón de ropa sucia, una bolsita abierta con restos de polvo blanco y montones de colillas desbordadas por el cenicero lucían en la mesita de centro. La casa tenía un aspecto lamentable… no cabía duda alguna de que el niño se montó su propia fiesta anoche, cuando llegó y claro está, le tocaba recoger a ella. Él siempre alegaba falta de tiempo…
_Te prometo que este día recojo_

Su replica preferida, sabiendo de ante mano que no lo haría, que sería ella quien se pusiera manos a la obra para que todo estuviera a punto a su regreso, y pudiera volver a dejar sus mierdas por todas partes.
Recordó su cara al lavarse los dientes, al afeitarse, recordó cada mueca y cada nota sonora que dejaba escapar cada vez que se encerraba en el baño…. Sus horas de espera delante del ordenador cuando se suponía que debería estar en casa. Sus idas a la cama sola, el olor que emanaba de cara poro de su piel cada vez que llegaba de fiesta con sus coleguitas, y en un momento, cayó la aureola de fantástico que le había puesto y lo reconoció como un auténtico cerdo…, un animal…

De pronto recayó en su propia estupidez. ¿Dónde coño había aprendido a ser tan sumisa y tan poco objetiva? Privada de toda libertad por tener a un hombre en su cama. ¿Acaso no podía estar sola? Almas gemelas…. Que gilipollez!!! ¿Acaso nació unida a ese “apéndice”?

“He vivido más de 20 años sin él y podría volver a hacerlo. Aunque si, es cierto, perdería algo que me gusta demasiado de él: su polla. Ese trozo de carne dura, caliente e incansable que cuando me penetra me hace perder el control sobre mi misma, saca esa fiera que ni sabía existia en mi y me excita, me turba, me calienta…”

Pero no iba dejarse arrasar por una polla. Podría tener todas las que quisiera, una distinta cada noche. Un cuerpo dormido cada día, distinto en su cama si el no estuviera. Otros rostros que observar a primera hora de la mañana. Otros seres estúpidos a los que pisotear. Le encantó la idea. ¿Por qué iba a conformarse solo con uno? ¿Qué la vida sin él no tiene sentido? Quien puede creerse ese farol? El único sentido de la vida empezaba y acababa en ella
“¿Cómo he podido dejarme arrastrar así? ¿Cómo ha podido engancharme?
CABRÖN!!!”

Encendida de ira . Aquellas preguntas bombardeaban su cabeza desordenadas, y poco a poco, la rabia y el odio se adueñaban de su razón con una intensidad jamás experimentada. Y la excitaba, la ponía a mil

Bajó de nuevo a la cocina, y sus ojos se clavaron en aquel juego de cuchillos que compró la semana pasada. Estaban de oferta, juego de 5 cuchillas + un cortapizzas 12 euros. Desde luego estaban poco afilados, pero aun y así, había logrado cortarse en varias ocasiones, mientras preparaba la comida.
Siempre la preparaba con mucho amor, para que en pocos minutos, desapareciera del plato devorada por esa bestia que ahora dormía en su habitación.
Se rió de lo absurdo y patético que le resultaba… ella cocinando… para él!! ¿Quién coño se creía que era? ¿Qué derecho tenía a organizar su vida a su conveniencia?

En cuestión de segundos logró entender su afán por dominar sus sentidos a través de sus juegos, su cuerpo, su mente; tan sólo fue un vasto intento por tenerla ligada a él, a sus deseos, para arrebatarle toda objetividad sobre sus actos, sobre su libertad, y anular así cualquier duda sobre su forma de amarla , en definitiva, de joderla
De las cinco piezas que formaban el kit eligió el cuchillo más grande, el que usaba para trocear carne. Y una corriente eléctrica pareció avanzar por su piel, otorgándole una dulce sensación de fuerza y poder. También cogió el cortador de pizzas que tan solo rozarle la yema del dedo índice, logró que la carne se abriera y manchara las baldosas del suelo de la cocina de rojo. Abrió un cajón y de él sacó un par de cuerdas, las había llevado tantas veces en sus muñecas que éstas estaban permanentemente rozadas y doloridas….hmmm sí, quizás necesitara hacerle callar, no le apetecía escuchar sus súplicas, no le apetecía escucharlo gritar como lo que era, un cerdo a las puertas del matadero, un paño de cocina le serviría.

Su corazón se aceleró y bombeaba sangre a un ritmo frenético. De nuevo se dirigió a la habitación con sus dos juguetes, pero antes volvió a hacer una parada en el baño. Esta vez la imagen que el espejo le devolvía había cambiado, estaba distinta; pupilas dilatadas, ojos inyectados en sangre. La vena que cruzaba casi invisible su frente, ahora era como una culebra abultada y palpitante bajo su piel .Una frívola sonrisa asomaba en sus labios…

Así que esto es lo se siente? Se preguntó

Hmmmm mi niño, hoy vas a saber, por fin, lo que es estar en el otro lado…

1 comentario:

Anónimo dijo...

"cada vez que se encontraba atada de manos al respaldo de una silla, con la mirada baja, esperando una sutil caricia que calmara su cuerpo dolorido, que aliviara su alma de tan amargo castigo…"

"He vivido más de 20 años sin él y podría volver a hacerlo. Aunque si, es cierto, perdería algo que me gusta demasiado de él: su polla. Ese trozo de carne dura, caliente e incansable que cuando me penetra me hace perder el control sobre mi misma, saca esa fiera que ni sabía existia en mi y me excita, me turba, me calienta…”

Aquí hay un conflicto, la sumisión es la caricia que alivia al alma... o el castigo, que perdona a las almas. Eso es algo exterior, es tu mente la que necesita a otro ser humano.

El placer, lo da el propio cuerpo, si es verdad que una polla ayuda (o coño), pero la raiz del placer, nace de uno mismo, son endorminas y química, que genera el mismo cuerpo.

Tus relatos, quizas ganarian fuerza, si te esforzaras para escribir peor, como en gsm :)